Robbie Davis-Floyd y Melissa Cheyney

El parto y el lobo feroz: Una perspectiva evolucionista


En este artículo las autoras incorporan un enfoque co-evolutivo, esto significa que buscan identificar las relaciones entre la biología evolutiva y la cultura, dándole énfasis a las interacciones entre los genes, la cultura, la conducta y las relaciones desiguales de poder, “(...) que se combinan para producir los patrones de partos inter-culturales que vemos actualmente” (Davis-Floyd y Cheyney, 2009).
Analizan los aspectos bioculturales que unen al Homo sapiens como especie y sostienen que existen similitudes en los mecanismos y prácticas en el nacimiento humano a lo largo de la historia, resultado de nuestra herencia evolutiva común como primates bípedos, pero las cuales van a ser modificadas a partir de la revolución industrial. Proponen que antes de esta revolución se podían encontrar, más allá de la variedad de matices culturales que se adoptan en cada sociedad en relación a este hecho, ciertas similitudes en las prácticas, como la posibilidad de caminar durante el trabajo de parto, de cambiar de posiciones frecuentemente para poder manejar el dolor, comer y beber, ser atendidas por otras mujeres a quienes conocían bien, en un lugar familiar y con partos verticales. Después, éstas prácticas fueron modificándose en relación a una mayor necesidad de controlar la naturaleza y a la hegemonía de la biomedicina. Los nacimientos se trasladaron de los hogares a los hospitales y las parteras fueron reemplazadas por médicos obstetras. En los últimos 40 años los nacimientos han adoptado un modelo tecnocrático, donde la tecnología está omnipresente y hay un mayor intervencionismo durante el proceso de parto, con la realización de enemas, rasurados, episiotomías, goteos de oxitocina y anestesias (Davis-Floyd y Cheyney, 2009).

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