El dilema obstétrico y la búsqueda de ayuda

A lo largo de la historia humana siempre existieron mujeres que acompañaron a sus congéneres en el acto de parir. Ellas recibieron diversos nombres, pero en esencia cumplieron la función de acompañar a la parturienta en su trabajo de parto y parto, brindándole todo el apoyo necesario.
La necesidad en las mujeres de buscar ayuda en otras personas durante el parto, puede relacionarse con nuestros orígenes como humanos en tanto nos enfrentamos con el llamado “dilema obstétrico”. Este es el producto de las presiones evolutivas que implicaron la adopción de una postura bípeda y el dar a luz a bebés con cerebros relativamente grandes, lo que requiere de una pelvis amplia pero chata para poder realizar ambas cosas[1].

Si se observa el parto en nuestros parientes primates, los chimpancés, podemos ver que al ser animales cuadrúpedos las hembras poseen la entrada y salida del canal de parto en línea recta (útero y vagina están alineados). El feto puede nacer sin flexionarse y con su cara mirando a la madre. Además ellas prefieren parir en solitario y de noche. En cambio, las hembras humanas por causa de la bipedestación, han sufrido modificaciones en los huesos de la pelvis, y el canal del parto posee angulaciones (la vagina se ubica hacia delante formando un ángulo recto con el útero). Por esto el feto debe realizar una serie de rotaciones de la cabeza y de los hombros para avanzar por el canal de parto que posee diámetros diversos (el diámetro en la entrada es más amplio en el sentido transverso, mientras que en la salida es más ancho en el sentido sagital). Al nacer, los bebés casi siempre salen de espaldas a la madre, con la nuca apoyada en el pubis de ella. Si la madre tratara sola de ayudar a su hijo a nacer, podría dañarle la médula espinal a causa de la extrema flexión de la columna vertebral, y también le resultaría difícil remover el cordón umbilical si lo tuviera enredado en el cuello[2]. En algún momento de la historia humana estas características, sumadas a que los bebés humanos necesitan muchos cuidados cuando nacen y a las poderosas emociones maternas alrededor del trabajo de parto y el parto -ansiedad, temor, tensión, alegría e incertidumbre- [3], habrían conducido a lo que Trevathan (1997) llamó la condición de “partera obligatoria”, es decir nuestra característica universal de buscar asistencia en otras personas en el momento del parto, parientes, parteras u obstetras, lo que habría reducido la mortalidad materna y neonatal. Aunque las mujeres pueden dar a luz solas en circunstancias especiales, es poco frecuente que exista como norma cultural  [4]. El hecho de que mayormente sean mujeres puede deberse a que la respuesta femenina ante el estrés es en general asociarse y cuidarse mientras que en los hombres la tendencia es luchar o huir[5].



[1] Lovejoy, C.O. (1988). Evolution of human walking. Stientific American 259, 118-125.
[2] Campillo Álvarez, J.E. (2007). Las dificultades en el parto. En La cadera de Eva, el protagonismo de la mujer en la evolución de la especie humana (pp 167-178). Ed. Crítica, Barcelona, España.
[3] Davis-Floyd, R. (2009).  Perspectivas antropológicas del parto y el nacimiento.  Buenos Aires: Fund. Creavida.
[4] Rosenberg, K.R. y Trevathan, W.R. (2007). An anthropological perspective on the evolutionary context of preeclampsia in humans. Journal of Reproductive Immunology 76: 91-97.
[5] Valdés, L. V. y Morlans, H. X. (2005), Aportes de las Doulas a la Obstetricia Moderna, Revista Chilena de Obstetricia y Ginecología, 70 (2): 108-112.

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